El sector tomatero canario se movilizará para salvar 14.000 empleos

La catástrofe social y económica a la que nos vemos abocados parece importar poco a los que nos gobiernan aquí y en Madrid. Se ha tenido tiempo de sobra, años, para preparar y reconducir esta situación. ¿Qué se ha hecho? A juzgar por los resultados, nada.

Resulta muy complicado encontrar justificación a la desidia, desinterés y apatía, cuando no desdén, con el que la clase política canaria parece haber abandonado a su suerte al cultivo del tomate en Canarias. ¿Hay algún interés oculto en este abandono?

Reconversión. Poco han tardado los políticos con responsabilidades de gobierno en Canarias en poner en circulación este término. Reconversión. Que viene siendo, traducido a un lenguaje más llano, algo así como “dedíquese usted a otra cosa, cristiano”. Desde mi punto de vista, esto constituye un ejercicio de cinismo y de hipocresía tremendo.

El sector del tomate en Canarias se muere. Está en la UCI y su pronóstico es muy pesimista. Pero no ha llegado solo hasta aquí. Ha contado con la ayuda de una clase política vividora y apoltronada, que no ha movido un dedo mientras este importante sector productivo de Canarias se iba deteriorando más y más.

Hablamos de más de 14.000 empleos directos, y un número mucho mayor de empleos indirectos. Hablamos del sustento de miles de familias. Sí, pero también hablamos de uno de los pocos sectores productivos que nos quedaban al margen del monocultivo del turismo. Y ya hemos visto a dónde nos lleva depender exclusivamente del turismo.

Pero es que además hablamos de una actividad que no es sólo económica, sino que entronca directa y profundamente con el acervo cultural canario, con nuestra idiosincracia, con nuestra historia y nuestras costumbres. La implicación del cultivo del tomate en el alma y el corazón de los canarios va mucho más allá de una actividad económica.

Es cierto que la salida del Reino Unido de la Unión Europea ha supuesto la pérdida de nuestro mercado más importante para la exportación tomatera, pero no es menos cierto que poco o nada se ha hecho para tratar de abrir mercado a otros países. La UE, con más de 300 millones de habitantes, puede perfectamente, si se hace el trabajo político necesario, tener cabida para al menos gran parte de lo que compraba el Reino Unido. Sobre todo con la calidad y prestigio que el tomate canario tiene en el mundo.

La irresponsabilidad es inexcusable, máxime cuando se ha tenido tiempo de sobra, años, para preparar y reconducir esta situación. ¿Qué se ha hecho? A juzgar por los resultados, nada.

La catástrofe social y económica a la que nos vemos abocados parece importar poco a los que nos gobiernan aquí y en Madrid. No es de extrañar, por tanto, que haya quienes, ante lo incomprensible de esta muerte anunciada, busquen explicaciones a lo inexplicable. Por ejemplo, si hay algún tipo de interés urbanístico en las parcelas tomateras, muchas de ellas cercanas a la costa, y que bien podrían verse envueltas en recalificaciones y pelotazos urbanísticos.

O si no habrá detrás de todo esto una estrategia para seguir contentando más y más a Marruecos, que de hecho ya invade Europa con sus tomates, saltándose todos los acuerdos y cupos de importación establecidos.

Las lágrimas de cocodrilo derramadas por algún miembro del Gobierno de Canarias en las últimas fechas, anunciando agilizar las ayudas, e invitando al sector a la reconversión, no hacen más que demostrar la nula capacidad política para articular alternativas de mercado para nuestro tomate. Limosnas y “dedíquese usted a otra cosa”, es lo único que tienen que ofrecer al pueblo canario.

En SITCA llevamos años avisando del abismo al que se estaba encaminando el sector tomatero canario, sin que se haya producido la más mínima reacción por parte de los que tienen responsabilidades y posibilidades de hacerlo.

Por tanto, y ante la inminencia de la catástrofe social y económica SITCA está dispuesta a tomar las calles, junto con los trabajadores y sus familias, para impedir que más de 140 años de nuestra historia se vayan al baúl del olvido histórico porque unos señores incompetentes no saben justificar ni sus sillones ni sus abultados salarios, sostenidos sobre la miseria del pueblo al que deben servir.

No lo permitiremos, y desde estas líneas convoco a toda la sociedad canaria, a los trabajadores del sector hortofrutícola canario, y sus familias, a dejar bien clara en las calles su oposición a este robo que nos quieren hacer, intentando convencernos de que no hay más remedio. Sí que lo hay, y vamos a luchar para que se lleve a cabo.

En la lucha nos van a encontrar.

Antonio Rodríguez, Secretario General de SITCA, Sindicato Independiente de Trabajadores de Canarias