Primero se quedaron sin padre o madre, y después también perdieron a quienes les dieron una nueva vida. Estos niños que miran a cámara son los huérfanos del orfanato de Qala-e-now, que las tropas españolas adoptaron durante los más de ocho años que estuvieron destinadas en la capital de la provincia de Badghis, en el noroeste de Afganistán. Un cartel en la fachada del centro así lo corrobora.
«Orfanato sargento Juan Antonio Abril Sánchez«, dice la placa, en memoria al suboficial español que perdió la vida en Badghis el 26 de mayo de 2007 al volcar el vehículo en que viajaba. Ese mismo año el orfanato estrenó edificio, financiado por los militares españoles. Después las ayudas fueron constantes hasta que el cordón umbilicalse cortó cuando las tropas se replegaron de Qala-e-now el pasado 25 de septiembre.
«Nos gustaba cualquier cosa que nos traían», afirma Ismatullah, de 15 años, que lleva un año y medio en el orfanato y recuerda perfectamente las visitas de los militares españoles. «Libretas, lápices, juguetes, ropa, comida…», el chico enumera con la cara radiante todos los regalos que recibían. «Ahora nadie nos trae nada», lamenta. Los militares también construyeron una pista de voleibol en el orfanato, levantaron la pared de su perímetro, y arreglaban todo lo que se estropeaba.
Sueldos de los maestros
Antes, 40 niños residían en el centro y unos 160 más de familias muy pobres acudían cada día para asistir a clase. «Las familias estaban muy interesadas en enviar a sus hijos aquí», asegura Abdul Qadir Nurzad, representante del Departamento de Asuntos Sociales en Qala-e-now. El nivel educativo y los servicios eran tan buenos que casi deseaban que sus hijos fueran huérfanos. Ahora apenas hay 30 niños y están en el orfanato porque no les queda más remedio. No tienen ni padre ni madre o, si tienen, son drogadictos o tan sumamente pobres que no pueden mantenerlos.
Las estanterías de metal que servían para dejar los zapatos en el vestíbulo del orfanato ahora están abolladas, medio torcidas y cubiertas por una gruesa capa de polvo. No dan ningún buen ejemplo.
«Los militares pintaron las paredes de las habitaciones antes de irse en septiembre», asegura Nurzad. Pero ya están ennegrecidas y rozadas como si nunca nadie las hubiera repasado. «También pagaron el sueldo de tres profesores complementarios para medio año», añade. Ni más ni menos que 200 euros al mes. Pero el medio año ya pasó y los tres profesores fueron despedidos. Ahora hay tres maestros en vez de seis, que cobran 6.500 afganis mensuales. Apenas unos 87 euros.
Paneles sin baterías
Las tropas españolas incluso instalaron tres paneles solares en el edificio para asegurarse que no faltara la electricidad. Los paneles siguen en el mismo sitio, pero las baterías que se alimentaban de los paneles han dejado de funcionar. «Habría que cambiarlas y cada batería cuesta unos 180 dólares [unos 138 euros]», afirma el representante de Asuntos Sociales.
Los retretes también están atascados y repararlos asciende a 3.000 afganis más (unos 40 euros), y la fosa séptica donde iban a parar las aguas fecales está llena. «Se necesitarían tres camiones cisterna para vaciarla», calcula Nurzad. Contratar cada camión vale unos 4.000 afganis (unos 54 euros).
Ahora los niños utilizan una letrina construida con unos cuantos tablones, de forma rudimentaria, encima de un pozo negro que también está a punto de desbordarse. Y van a ducharse a los baños públicos de Qala-e-now.
«Nos gusta estar aquí porque podemos ir a clase», contestan todos como un papagayo cuando se les pregunta si están contentos en el orfanato. Sólo uno, el más pequeño, Aladot, de ocho años, confiesa: «Yo preferiría estar en mi casa».
FUENTE: EL MUNDO.ES