Son hombres y mujeres, pero sobre todo mujeres valientes, de las que se levantan antes de que salga el sol y se acuestan cuando este duerme bajo el mar de las islas. Son mujeres -escribe RENÉ BEHOTEGUY CHÁVEZ – que de ninguna manera ganan lo que deberían (…).
Son hombres y mujeres, pero sobre todo mujeres valientes, de las que se levantan antes de que salga el sol y se acuestan cuando este duerme bajo el mar de las islas. Son mujeres que de ninguna manera ganan lo que deberían pero que con la lucha cotidiana del sobrevivirconsiguen que sus familias no naufraguen en la pobreza y lleguen a la orilla del final de mes.
Son mujeres cuyas madres y abuelas supieron hacerse hermanas de la tierra, quererla entenderla y sacarle el fruto, supieron cultivar el tomate como lo hacen hoy ellas, ese mismo tomate que ha sido uno de los principales soportes de la economía canaria por más de 125 años.
Son mujeres cuyo presente es de esfuerzo y sacrificio. Su futuro en cambio es absolutamente incierto, porque aquellos que dicen representarnos, esos mismos que se codean con banqueros y grandes empresarios, esos que nunca han sabido y, salvo que las cosas cambien mucho, no sabrán jamás lo que es ganarse el pan, lo que significa apretar el cinturón para llegar a fin de mes, no quieren entender lo importante que es, fue y será el tomate para Canarias.
Porque para colmo de males, los recursos que hoy se le niegan al sector tomatero y que ponen en peligro el empleo, la salud y la vida de miles de estas valientes mujeres aparceras y empaquetadoras del tomate, si que se entregan a manos llenas a través de absurdos como el REA (Régimen Especifico de Abastecimiento) a vampiros importadores que le hacen competencia desleal a la producción canaria o a los bancos que desahucian a nuestras familias o al irracional gasto militar que amenaza en convertir Canarias en un portaaviones gigantesco para controlar África.
Pero por más que los poderosos no puedan entenderlo, yo tengo fe en la lucha de las mujeres del tomate, porque el otro día bajo el sol del parque San Telmo las vi unidas, como una sola flor que desafía la tormenta, más allá de las diferencias sindicales, más allá de las barreras del miedo. Intuyo que, cada vez con más claridad entienden el poder que tienen los trabajadores y trabajadoras cuando se unen, porque finalmente somos los trabajadores y trabajadoras quienes con nuestras manos y nuestras mentes construimos y damos valor a todo lo que hay en este mundo; porque sin nosotros y nosotras no se mueven las ruedas de la historia; porque finalmente aunque el presente sea duro, el futuro del mundo y todo lo que hay en él le pertenece a las compañeras del tomate y a la clase trabajadora de la que forman parte. Solo hace falta que nos demos cuenta y nos animemos a tomarlo en nuestras manos.