Difíciles tiempos son los que nos está tocando vivir, con la economía detenida al 90% y con una previsión de destrucción de cinco millones de empleos, por la paralización de la economía, limitación de movilidad y sobre todo el confinamiento de la ciudadanía para impedir la expansión del COVID-19. Las peores previsiones eran para echarse a temblar. Dada la situación dantesca de la economía y sobretodo la del futuro laboral de millones de trabajadores, nos situaba en una de las mayores catástrofes laborales después de la Guerra Civil Española.
Los ERTE por causa de fuerza mayor, con las protecciones y con las ayudas complementarias, se han convertido en una segunda vida ante la inminente muerte de un tejido empresarial (fundamentalmente hostelería, comercio y restauración). Una segunda vida para evitar ser despedido. En una primera fase se protegió a más de tres millones de trabajadores y lo más importante, que esos trabajadores están protegidos ante posibles despidos a medio plazo. Esto sin duda alguna no tiene precedentes en la historia reciente de España a la hora de abordar ninguna de las cinco crisis que ha tenido este país en los últimos 45 años.
Los ERTE también se han convertido en una segunda vida por primera vez en la historia de España para casi un millón de autónomos que por primera vez tiene derecho a cobrar prestaciones mientras su actividad ha estado cerrada. Por primera vez se ha puesto un paquete de medidas económicas, de ayudas, de moratorias de alquileres o pagos de hipotecas vinculadas a su negocios para incentivar, compensar y paliar los daños producidos por esta pandemia y que sin duda alguna, entre otros elementos fundamentales, está siendo decisivo para que muchos autónomos estén volviendo a sus negocios.
Los ERTE han sido una segunda vida, una vez más, por primera vez en la historia para las empleadas del hogar, con una medida sin precedentes que les da cobertura de prestaciones y ayudas sociales a un colectivo que ha sido de los grandes abandonados por los gobiernos, uno tras de otros. Creemos que era fundamental intervenir no solo para darle esperanza sino también para ser el punto de inflexión para que en un futuro tenga una regulación laboral y de derechos que hasta la fecha no han tenido.
Asimismo, los ERTE por COVID-19 y sus sucesivas prórrogas, que ya apuntan a diciembre o marzo del 2021, han sido una luz de esperanza y cierta seguridad, entre tanta desgracia por esta pandemia de muerte, enfermedades, incertidumbres y sobre todo de miedo a revivir la situación laboral que se vivió en este país entre el año 2010 y 2014. Por ello creo que los ERTE han sido la segunda vida para muchos compatriotas, una esperanza de segunda vida laboral, para no perder nuestro trabajo, para no tener que echar el cierre a su negocio, una segunda vida para no perder nuestras casas, una esperanza para no perder nuestra dignidad como persona viéndonos desamparados y abandonados por nuestra clase política.
En conclusión, después de todo lo que hemos pasado y seguimos pasando, hay vida, hay esperanza, hay futuro y sobretodo hay un sentimiento común y es que vamos a salir de esta más fuertes, más unidos y sobre todo con unos sentimientos de refuerzo de nuestros valores como sociedad y como seres humanos.